martes, 25 de agosto de 2009

epico viaje al otro lado del mundo

La travesía empezó, cosas inesperadas pasan, cosas esperadas no pasan, es la vida, la bendita vida.
Muchas primeras veces acontecen, mi primera vez en Lima, mi primera vez en San José, mi primera vez en Los Ángeles, mi primera vez en Tokio Narita, mi primera vez en Taipéi, la primera vez que veo un azafato, y además el también me ve; muchas, muchas primeras veces pero no las ultimas.
En mi transito por los aviones de este mundo, me levanto al baño y veo al azafato de un encanto para mi irremediable y poco creíble si lo vieran, hubiera deseado no levantarme, en fin ya estoy ahí; con mi tan disimulada sonrisa entro al reducido cubículo, pronto salgo de él con aquella cara de satisfacción inconfundible, e intento disfrazarla con una serenidad poco plausible, volteo a mirar y el ya no está, regreso mi serena, poco plausible, mirada hacia donde se encuentra mi asiento, y en seguida en una retrospectiva observo, lo que me perdí por hacerle un guiño confiable al azafato con mi sonrisa poco disimulada, debo avanzar pues el paso es reducido, como el cubículo también llamado lavatorio, y en realidad ya no quiero avanzar, aquel panorama me ofrece un sin número de imágenes muy curiosas: bocas abiertas, juegos en solitario, conversaciones, sustos, ronquidos, posiciones varias para el próximo catalogo Explore, de cómo dormir “cómodo” en un avión a lo largo de un vuelo de tres horas y media. Avanzo, lentamente para no perder ningún detalle, pero, son tantos; llego a mi asiento y aquella cálida Venezoalemana me recibe con un chocolate de café, que desprecio con mucha diplomacia, aunque mi paladar grite por saborearlo, mi mente, una de pocas veces, no accede por temor a que deba pasar las once horas de viaje siguiente metida en el reducido cubículo o lavatorio; Hmmm pensándolo bien, quizá debí aceptar el chocolate de café, tendría mas oportunidad de ver las curiosidades del ser humano en el aire.

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